El Ave de Plumas de Obsidiana.
Nací el dieciséis de
septiembre de mil cuatrocientos noventa y siete, la noche era fría en ese
entonces, el viento que pegaba en la cara como mil agujas de hielo helaba el
corazón de la más intrépida amante de entre todos los seres de sexo femenino de
esta estrella de agua y fuego que ya aproxima a extinguirse, ya que en sus
entrañas alberga las pocas esperanzas de ser lo que había sido antes, las pocas
goletas blancas con azul que estaban a la sazón del oleaje y que se encontraban
ancladas en la bahía del puerto de ilusión se zarandaban al punto de que podían
zozobrar y les eran vistos por las personas desde sus casa como barquitos de
papel con los que jugaba yo en Mí tierna infancia, que casi no tuve. Recuerdos
son aquellos que iluminaron estas nacientes letras de este pasaje casi
legendario y bíblico. La noche lóbrega solo
la hubiera comparado con aquella obscuridad en la que se hizo la creación de lo
existente, y mi nacimiento se advirtió como ave de fuego que surca por los
cielos nocturnos, eran las tres de la mañana de un día que comenzaba a despejar,
la existencia de un nuevo ser, marcaria la diferencia que se llevaba de en
la batalla del bien y el mal
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